Aburrido, me preguntaba qué hubiera hecho otro sábado cualquiera. En medio de todas las opciones posibles, una de las que más me atraía era la idea de poder estar jugando Risk: El juego de la conquista del mundo.
Desde que reencontré a algunos de mis amigos de la primaria allá por diciembre del año pasado, nos hemos juntado en la casa de uno de ellos para vagar, comer, tomar, escuchar música, jugar algo que nos ayude a matar el tiempo que tenemos en vacaciones. Aparte de jugar Winning Eleven, un día de esos surgió la idea de jugar Risk; sin embargo, cualquier situación no es buena para ello.
Jugar Risk no es cosa de quince minutos ni de un par de horas si queremos encontrar un ganador. Puede tomar largas horas llegar a conquistar este mundo. Para ello es necesario tener espacio, concentrarse, armar estrategias, acumular provisiones, tener todo listo para que una vez empezado nada ni nadie nos moleste. En otras palabras, tener una casa entera a disposición de los guerreros.
La última vez que el mundo confabuló para poder ser conquistado fue en el Día del Pisco. La preparación empezó a eso de las 6 p.m. con 4 de los participantes, haciendo hora a que los otros 2 llegaran. A eso de las 11:30 p.m., cuando ya todos estaban listos, la batalla empezó.
Generalmente, cada uno intenta asegurarse una de las 6 regiones que existen en el mapa. Yo decidí establecerme en un principio en África y desde ahí, empezar la conquista.
El novato del grupo tenía casi todo perdido a eso de las 3 a.m. (lo mismo me pasó la primera vez que jugué gracias a que no me explicaron todas las reglas), así que decidió retirarse y entregar sus 2 posesiones en Europa a 2 de mis contrincantes, no necesariamente los más necesitados de territorio.
En mi mejor momento tuve toda África, algunos países de Europa y de Asia, y estuve a punto de entrar a Brasil. Sin embargo, como el hecho de tirar los dados es cuestión de suerte, eso se vino abajo en menos de una hora. Yo ya empezaba a hacer malabares para no quedar derrotado cuando uno de los probables ganadores levantó algo del suelo, movió el tablero y hubo un cataclismo sobre el planeta: todos los soldados, caballos y tanques estaban desperdigados por el mundo entero. Como ya empezaba a amanecer y nadie recordaba bien la ubicación de sus soldados, dimos la faena por concluida sin un ganador.
Aquella vez se salvaron, pero algo me dice que la próxima vez seré yo el que conquiste el mundo.
Foto: Wikipedia